martes, 21 de abril de 2009

El niño de 0 a 1 año

Por: Bruno Stornaiolo
Desde que nace hasta cumplir su primer año de vida, el niño cambia enormemente, crece proporcionalmente mucho más que en ninguna otra época. La dependencia es total al nacer, pues el ser humano es el más desvalido de todos los seres; necesitan pasar muchos años para que pueda valerse por sí mismo y bastarse en la vida.

Especialmente con la madre la dependencia es total y completa al nacer, e imperceptiblemente va disminuyendo cuando otros adultos comparten los cuidados del infante. La expresión afectiva está directamente conectada con la satisfacción de las necesidades primarias: alimentarse, dormir, protegerse del ambiente.

El cuerpo del niño es el receptor y el vehículo de la comunicación afectiva con sus padres. La seguridad y cuidados que ese cuerpo reciba, determinarán que pueda expresar una forma de respuesta afectiva, manifestada por un estado de bienestar.

En los primeros meses la compenetración madre-hijo es notable, pero luego va repartiéndose. De ahí que sea sumamente importante la participación del padre en los cuidados del infante.

En el primer año de vida el desarrollo del niño depende de las experiencias sensoriales, motoras y funcionales. Capta por medio de los sentidos, particularmente de la vista, oído y tacto. El cumplimiento adecuado de sus funciones básicas es de trascendental importancia. De allí que la cuestión ambiental sea fundamental para el desarrollo en esta primera etapa.

En esta edad no puede negarse la fragilidad del niño, pues tiene más posibilidades de contraer enfermedades, especialmente en las vías respiratorias e infecciosas. Las enfermedades conmueven la disposición psíquica y esto puede repercutir en conductas futuras.

Los movimientos son desorganizados, poco diferenciados, pero van perfeccionándose con el paso de los meses, y no son pocos los que pueden caminar al cumplir un año... pero las caídas son frecuentes...

Es de enorme importancia la participación de los padres y de otros adultos en ayudar al niño, evitarle peligros, satisfacer sus necesidades, sin ponerle en apuros o producirle temores innecesarios.

Durante esta etapa se dan cambios significativos en la vida del niño. En un gran porcentaje ha debido suspender la lactancia materna. Prácticamente todos han tenido que sufrir las molestias de la dentición, así como separaciones largas (aquí se mide por horas) de la madre, enfermedades varias; y todo ello influye en los sentimientos, y de estos se originan cambios en el apetito, en la digestión, en el sueño, etc.

El niño vive una situación de dependencia absoluta al inicio de su primer año de vida. Es totalmente indefenso, la posibilidad de que sobreviva depende totalmente de otros. Esta característica del ser humano hace que, al ser más atendido y educado, por más tiempo, pueda desarrollar mucho más aprendizaje que otras especies, porque además tiene un desarrollo cerebral muchísimo mayor.

Pasan los meses y la dependencia se hace menor y al acercarse al año, ya ha pasado por afanes de independencia, ha sufrido angustias al ser conducido a la adaptación al medio social.

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