martes, 21 de abril de 2009

La comezón del séptimo año (El niño de 6 a 7 años)

Por: Bruno Stornaiolo

El niño que ha superado ya la asistencia al jardín de infantes con el respectivo abandono momentáneo de su hogar, se halla aparentemente listo para entrar a la escuela, pero la situación es nueva. Antes, el hogar ha seguido siendo el mundo fundamental y el jardín una distracción, una serie de visitas más o menos agradables, más o menos forzadas; ahora la cosa es "en serio". Repartirse entre el hogar y la escuela no es nada fácil, no es cuestión de convencer al niño con un buen discurso sobre el deber...

En el séptimo año las transformaciones tienen mucho que ver con la necesidad de integrarse al orden establecido en la sociedad, es decir a la concurrencia a la escuela, al cumplimiento de horarios y deberes, a la disciplina. Ahora tiene que adaptarse a dos mundos diferentes: el hogar y la escuela, conforme se adapta a esta, va desprendiéndose de aquel.

Aquí puede darse el caso de que el niño, que no halle todo el calor que se supone deba darle el hogar, se refugia en la escuela, prácticamente la utiliza para cumplir una forma de huida. También el otro extremo: el temor al nuevo mundo que es la escuela, puede determinar un apego exagerado a la casa, un retroceso a etapas anteriores donde el proteccionismo de los padres requería de mucho más.

Para lograr este indispensable equilibrio entre hogar y escuela los maestros deberían tal vez preocuparse más de los aspectos afectivos del niño y menos del aprendizaje "porque sí". También los padres deberían pensar en la escuela como la gran colaboradora, no en la excusa para despreocuparse de los hijos y creer que todo debe hacerlo el centro educativo.

Se ha descubierto que el niño entre 6 y 7 años presenta una exagerada sensibilidad en cara y cuello, así como en cuero cabelludo. No crea que es la gana de molestar cuando las niñas se quejan cuando les peinan; es real el malestar. También se nota menor resistencia física.

Los estados de tensión de esta edad pueden impulsar al niño a morderse las uñas, meterse un dedo a la nariz, rascarse, hacer muecas, rechinar los dientes, morder un lápiz... Es una demostración de la situación de conflicto. No se trata de castigar para quitar las "malas costumbres", sino de estudiar a conciencia el problema de ese niño en particular, que se halla en plena "comezón del séptimo año", por no saber a cual de los mundos debe dirigirse, a cual dedicarse plenamente, sin pensar que puede tenerlos a ambos.

La situación conflictiva le hace incosecuente: el "¡mamita, te quiero!" puede ir seguido del "¡lárgate!", según las circunstancias.

Hay padres que, para hinchar su ego, prácticamente empujan a sus hijos a competir y ganar, especialmente al entrar a la escuela. Quieren que sean los primeros en los estudios y en los trompones (si son varones) o en la moda (si son mujeres). Esto complica las cosas del niño que se ve en medio de dos mundos, a veces contradictorios y hasta irreconciliables.

En esta edad el niño requiere de mucha comprensión, de aplausos (hay que averiguar sus méritos y resaltarlos) y hasta de mimos. Con esto se va a apuntalar su sentido de seguridad y de autoestima, elementos básicos para la formación de una personalidad sólida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario